domingo, 20 de enero de 2008

Karma Chameleon

Sí. El karma existe. Existe y persiste, como la canción de Culture Club que hasta ahora nos martiriza de vez en cuando por Zeta Rock & Pop (Kaaaaarma, karma, karma, karma, karma, chameleooon… You come and gooo, you come and gooo-o). Existe y jode, tanto como jode acordarse de Boy George. Qué desagradable Boy George. Y encima se llama Boy. En fin.

El karma es ese ente maléfico parecido al toffee que se te queda pegado en la parte más inaccessible de los dientes. No. Es peor. Es como la cáscara de canchita que se te mete en la encía antes de que comience la película y te jode toda la visita al cine. El karma, simplemente, llega, jode… y no, no se va. Mejor dicho, se va, pero vuelve, y vuelve, y vuelve… como el conejito de Duracell. Pinche conejo. De lo que aún no estoy seguro es si vuelve porque esa es SU naturaleza o porque es NUESTRA naturaleza hacer que vuelva. Porque, no nos hagamos los tarugos… uno sabe perfectamente que el toffee se le va a quedar ahí clavadazo, pero igualito nos lo comemos.

Yo supongo que el karma existe porque, de por sí, la vida es circular. Y, como todo círculo, tiende a dar vueltas. Aplicar la siguiente analogía de academia pre universitaria puede explicarlo mejor: El Karma es al Ser Humano como el Balón es a Oliver Athon. Es decir, mejores amigos, patas, brothers, causas, yuntas, carnales, panas, you & me 4ever & ever, etcétera. Si no aprendes a ver al karma como tu amigo, estás fregado. Porque el día que aparece, llega con sus maletas, se mete en tu casa y no se mueve de ahí por un buen rato. Hasta el glorioso día en que te sientes fuerte y lo botas. Yo aún lo tengo durmiendo en la sala, así que no puedo decir mucho más acerca de ese hipotético momento.

Y, además de hacerse amigos, otra buena táctica para convivir con esos inquilinos que parece que nunca se irán es mantener la esperanza de que sí se irán. Es creer en la posibilidad de que esas vueltas pueden dejarnos, algún día, justo al otro lado del círculo y no en el mismo lugar. Es creer ciegamente en que UNO NUNCA SABE, principio fundamental del "Hazte una" (Profundizaremos más en el tema en un próximo post titulado "Introducción a la Teoría del Hazte Una”). Es creer en el equilibrio cósmico, mejor conocido como la filosofía de "Lo justo es lo justo pe' varón". En resumen, es tenerse fe. Sino, repito, estamos todos fregados y sólo nos quedaría el célebre "Y que Dios nos ayude" de Hurtado Miller.

Por eso, si de pronto un día te percatas de que el pinche karma está durmiendo en tu sala, relájate, no te apures, no te escondas, no llames al Chapulín, tampoco a tu ex. Sólo dile Hola y acuérdate de Boy George cantando Do you really want to huuurt meee? Vas a ver cómo incluso puedes llegar a cagarte de la risa. Quizá para no llorar, pero te ríes al fin y al cabo. Eso sí, mejor no te ilusiones con que desaparezca pronto. Sólo nos queda acostumbrarnos a su maligna presencia, tal como nos acostumbramos a Boy George.

miércoles, 9 de enero de 2008

El gris

Debería estar trabajando. No hablo del trabajo por el cual sales de tu casa todos los días a las 8am y vuelves a las 7pm. Bueno, sí, también debería estar trabajando de esa forma, pero me refería a “trabajando” en mis cosas. En todo el día no avancé nada y sin embargo estoy escribiendo la columna de la semana. Pero me puse a escribirla porque hace un rato me invadió una inquietante inseguridad. No sabía en qué día estábamos. Aún mientras escribo esto no estoy seguro. Estoy a punto de abrir el calendario, pero me resisto y sigo escribiendo mientras la otra mitad de mi cerebro piensa… ¿Ayer fue lunes, no? Sí. Por ende, es martes. Ok. Martes. Aún no estoy seguro, pero dejémoslo en martes.

La duda surgió porque andaba pensando si tenía un día favorito en la semana. Y creo que no. Lo que sí tengo es un día no favorito. El feo, el malo, el triste, el cruel, el gris. Sí, bueno… en Lima 5 de 7 son grises. Pero éste lleva el gris en el alma. Y ese, para mí, no puede ser otro que el domingo.

Seguro varios de mis queridos ex colegas pertenecientes a la Población Económicamente Activa ya desenvainaron sus Ginzu 2000 en rechazo a esta última afirmación mía, reclamando el premio para el siempre despreciable Lunes. Pero no mis sufridos trabajadores. Esos cortos minutos de pereza al despertar en los que nos sentimos pegados con Triz a la cama son nada comparados con la angustiante frase que suele aparecer los domingos, en algún momento entre el almuerzo y la hora de acostarnos. Esa frase maléfica y casi harakirica en la que perdemos el aliento e hilvanamos las palabras “Puta - madre - mañana - hay - que - ir - a - trabajar”. Sí. Eso es dolor.

El domingo, más que feo, es raro. Es más, creo que es tan raro que por eso se hace feo. Como los bocaditos. Si cuando te pasan la bandeja ves algo que no conoces, pasas. El domingo tiene un aura extraña, cargada de diversas armas anímicas, físicas y hasta psicosomáticas, las cuales, combinadas, son letales.

Para empezar, después del domingo viene el lunes. El problema no es el trabajo. El verdadero problema es el “no descanso”. O dicho al revés, las juergas de los sábados. Es la ley de Cristo. Uno sale el viernes y se revienta, el sábado al amanecer muere y el domingo resucita. ¿Y los que se la pegaron el sábado? ¡Ah! Jódanse, dijo el flaco.

Hablando del flaco… los domingos no vas a misa, lo cual te sirve para recordar que no cumples con lo mínimo que te pide tu religión y para renovar con entusiasmo tus votos de ser católico “a tu manera”.

El domingo tiene esa horrible sensación de fin. Te recuerda que se terminó una semana más… y que ya se está pasando también el mes, el año, el tiempo, la vida, etcétera. Un estrés. Ese día uno no puede evitar ponerse a pensar en cosas trascendentales.

Inevitablemente, esa aura trascendental se transporta a la calle. Lenta. Vacía. Como si hubiese pronóstico de Apocalipsis. Todo el mundo opta por refugiarse bajo techo, propio o ajeno, con la familia, la novia, los amigos, el cine, la playstation. Lo que cada uno buenamente tenga a la mano.

Y así, ese casero y familiar día se pasa maliciosamente rápido. Te levantas tarde, desayunas todo lo que no desayunaste en la semana, como para almorzar “tardecito” (osea, a las 5pm) y, obvio, mejor te olvídas de la idea de comer por la noche. El día queda más corto que trago en fiesta de quince y, de pronto, ya es lunes.

Finalmente, un breve párrafo aparte bien merecido: Los domingos la tele es una desgracia. No hay más comentarios al respecto.

Por todo eso (y algunas cosas más que seguro olvido), el domingo es el ganador. Ahora recuerdo a qué venía todo esto. Aún no decido qué día de la semana publicar esta columna y quería que fuera un día feliz. En definitiva, el domingo no va a ser. Y ustedes, ¿tienen un favorito? La votación de días felices está abierta.

P.D: Hoy hay Bonus Track. Un poco de material audiovisual, para reforzar.

martes, 1 de enero de 2008

80, 90, 20

Es curioso. Hace mucho tiempo grabé un CD con las mejores canciones que tenía en mi computadora. Fue por motivo de un viaje, un paseo, una caminata… Dios recordará mejor que yo a estas alturas de mi alcoholización neuronal. Convertir 7 gigas de música en un concentrado al mejor estilo extracto de rana resultaría ser mucho más trasnochante de lo que imaginé. Estuve una semana (sí, algo enfermo con la música soy) eligiendo, mejor dicho, descartando canciones. Las primeras eliminaciones eran fáciles (Dale a tu cuerpo alegría Macarena…); las últimas, un parto. Pero antes de todo eso, lo primero que hice fue separar las canciones por épocas. Elegiría mis canciones favoritas para cada una de mis décadas. Con el primer y el último grupo no hubo problemas. De los 80’s habían favoritos claros y del 2000 para adelante aún no se habían hecho muchas cosas buenas (Britney estaba buena en esos días, pero nunca para la música). El problema, y grande, estaba con los 90’s. Finalmente, luego de llorar la eliminación de un par de canciones, la selección quedó cerrada y el CD fue bautizado como “80, 90, 20” y en algún rincón entre Lima y Buenos Aires debe seguir girando.

Esta semana, Dios recordará también por qué (¿será que tengo que hacerme ver de la cabeza?) me acordé de ese disco. Y más allá de recordar las noches en que me desvelé haciéndolo, me percaté de que no me había dado cuenta de cómo se había pasado el tiempo desde ese día hasta hoy. Mejor dicho, de cuánto tiempo había pasado. Armar una lista con las favoritas de los 20's ya no era tan fácil. Y, de pronto, me vino la misma sensación de estupidez que sentí cuando estaba tirado en medio de la avenida Arequipa, segundos después de que un taxi me atropellara. De un momento a otro, me había dado cuenta de que iba a cumplir 27 años.

Por segunda vez en mi vida, me atropellaron. Esta vez sin dolor de rodillas. Es más, esta vez sin dolor alguno. Pero sí con conmoción cerebral. Después del impacto sólo me brotó el desesperado impulso de decir “¡Oye aguanta un toque, no seas loco!”. Ya luego te das cuenta de que no va a parar. Es más, te percatas de que ya está incluso un poco más allá. Y entonces comienzas a preguntarte cómo diablos pasó todo.

Desde hace algunos años soy acérrimo defensor de los derechos del eterno romántico. Esos que dictan que no hay edad para hacer lo que hay que hacer, que en la vida uno tiene que dedicarse a lo que ama, que la felicidad más importante es la felicidad con uno mismo, y demás frases trilladas por el estilo. Pero, de pronto… ¡Diablos voy a cumplir 27 años y estoy buscando una pasantía para comenzar de cero y sin ganar un peso! No he hecho carrera, no tengo ahorros, no tengo novia, no vivo solo... Sí. ¿Y?

El tiempo es amigo cercano del miedo. Lo llama, lo busca y al final siempre lo cola a la fiesta. El tiempo. El maldito tiempo. Él pasa. Y no hay que meterse en su camino porque en cualquier momento puede convertirse en un taxi asesino que aparece por detrás de un colectivo estacionado. Creo que, simplemente, hay que tratar de ir a su ritmo. Por eso, mi deseo de año nuevo para todos (incluyéndome) es que podamos seguir haciéndole caso a las frases trilladas. Y que si en algún momento vemos que el tiempo nos saca muchos cuerpos de ventaja, aún tengamos fuerzas para acelerar y evitar que el miedo se nos junte.

Gran año para todos.